LA LUNA EN ESCORPIO: TODO NACIMIENTO LLEVA SU PROPIO FIN Y RENACIMIENTO EN SÍ MISMO….

Una Luna extraña a los tonos medios, que no entra en transigencias ociosas, y su mayor motivación es su impulso hacia las profundidades; nada le interesa menos que lo superficial y mediocre porque su regente Plutón, la tiñe de ese oro negro del alquimista, esa riqueza oscura de las profundidades representada con una M que finaliza con un aguijón mortal que significa la muerte que conlleva a una transformación radical en favor de la verdad profunda.

Un período internalizador de melancólica reflexión donde se agudizan nuestras percepciones sobre las personas y nos puede ayudar a estar afinados con las ocultas motivaciones de los demás, nuestras pasiones alimentan nuestro instinto por eliminar todo obstáculo.

La Madonna negra es fascinante, misteriosa y apasionada, posee una naturaleza fuerte e instintiva mezclada con un poder casi sobrenatural para hacer que los deseos se conviertan en realidad, no obstante, en su lado más oscuro puede resultar la influencia más cruel y despiadada que sabrá introducir sin piedad y con un instinto claro, el dedo en la llaga de su atacante, por eso durante su influencia todo lo extremadamente emocional afecta el entorno inmediato y nuestro desarrollo interno psicológico; fuertes y crudos impactos emocionales en los que emergen toda clase de miedos, paranoias que deben llegar a su fin para ser  transformadas y ser transcendidas.

Una nueva oportunidad para provocar un poderoso cambio en nuestra seguridad interna, en algún hábito indeseable en nuestras vidas donde ya es momento de desechar lo inservible y caduco, la ruptura y reconstrucción de esa seguridad interna o externa es inevitable y donde lo mejor es asumir una actitud más flexible para que se lleven a cabo esos cambios que son necesarios y por ende llevan a una metamorfosis que siempre finalizan ineludiblemente en destrucción; que más puedes esperar de ellas?, las hermosas alas de la mariposa no salen de la noche a la mañana, para renacer hay que destruir primero, esa es la influencia arácnida: la percepción de que nada en la vida puede quedarse como está, de que todo comienzo, todo nacimiento, lleva su propio fin y renacimiento en sí mismo.

Ast. Madelein Méndez.

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